LA FAMILIA ANTE EL DIAGNÓSTICO

"Siempre supe que podría ser, pero cuando me dijeron que quizá tenía razón, no quise creerlo"


Como sabes, soy psicóloga de profesión, centrada en la educación y la familia. Esto me ha permitido conocer muchísimas familias que acudían a consulta entre lágrimas y sollozos con miedo a que le confirmaras el diagnóstico que su pediatra o su maestro/a le había augurado.

Detrás de un "Buenos días, qué tal? cuéntame", siempre venía un "A ver, porque yo siempre lo he pensado, pero la maestra me dijo que podría ser que el niño tuviera...", y detrás de ello, lágrimas, incertidumbre, miedo, frustración, culpa... y miles de sentimientos y emociones que había que gestionar antes de comenzar la evaluación del peque, antes de comenzar a trabajar por el objetivo que les había traído a consulta.  

Como siempre digo, cada familia conoce mejor a su hijo/a que nadie. Ellos/as ya saben que su hijo/a es más despistado, es  más retrasado en el lenguaje o que quizá su caminar no es tan seguro como debiera. Sin embargo, cuando es alguien externo a ellos quién sentencia la realidad, sus pensamientos cambian.

Las sugerencias de maestros, maestras, pediatras, familiares,... suelen ser bien recibidas, y en ocasiones son el detonante necesario para que la familia busque ayuda profesional. Sin embargo, otras veces son erróneas, y desmontarlas supone una doble tarea para el profesional que les recibe en consulta. Por eso, si eres profesional de la educación o la medicina, o incluso si consideras que un familiar o amigo tuyo debería buscar ayuda, no etiquetes, no impongas; sugiere, invita, anima, a buscar ayuda si consideras que es lo necesario. El profesional que los reciba seguro sabrá buscar la manera de no etiquetar, y de plantear situaciones a solucionar sin verlas como problemas.

Del mismo modo, como profesional, al emitir un diagnóstico o un juicio, siempre cuido mis palabras, mis sentencias y mis propuestas. Es responsabilidad del profesional que la familia salga con esperanza y trabajo, o derrotada e indefensa. Poner una "etiqueta" no va a facilitar las cosas, y, por contra, en numerosas ocasiones supone un peldaño más de la escalera que la familia debe aprender a subir. 

En aquellas ocasiones donde sea necesario ponerle nombre a una situación, para poder plantear una vía de tratamiento, de terapia, de intervención, piensa que quien la recibe, recibe sobre ella una multitud de pensamientos erróneos, estigmatizados y transmitidos por la sociedad que nos rodea. Por ello, no olvides nunca que también es tu responsabilidad trabajar para desbancar esos pensamientos, y ayudar a modificarlos por otros alentadores. He de confesarte una cosa, en ocasiones, la mayoría de veces, no es necesario un diagnóstico, una etiqueta, o un nombre, simplemente basta con decir "Esto lo solucionamos entre los dos".

Cada vez que ofrezco un diagnóstico, pienso previamente en quién lo va a recibir. Moldeo mi lenguaje, establezco un diálogo, pregunto si tienen dudas o si me he expresado correctamente. Sin embargo, cada vez que lo hago, una familia sale por la puerta con cientos y cientos de preguntas que no han sido capaces de transmitir, con miedos e incertidumbres que no han podido digerir.

Por ello, si tu eres familia de ese niño o niña, con el que se ha comenzado a trabajar bajo un diagnóstico, o con quien se ha iniciado un proceso de psicoterapia, no dudes en preguntar. El profesional que te atiende estará dispuesto a resolver tantas dudas como sean necesarias, incluso podremos dedicar las sesiones que sean necesarias a que la familia y, en caso de ser posible, el peque, conozcan a la perfección qué ocurre, qué va a pasar, y cómo lo vamos a trabajar, para llegar a qué meta. 

En este sentido, la psicoeducación es básica para dar entrada a todo el proceso terapéutico, y en este momento es clave la palabra, la construcción de significados, y la buena relación terapéutica. Sin este paso, la psicoterapia está abocada al fracaso.





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